A pasarlo bien

Buenas, gente. Es un poco tarde para presentaciones, pero el mágico mundo de los estudios estaba siendo atacado, y necesitaba mi ayuda. Resumiendo muy mucho, me llamo Juan, soy una persona, algo así como el... amo y señor de esta página (en realidad somos una democracia); y me gusta el color rosa, un dato muy relevante.

Preferiría no aburrir con historias sobre mi vida, así que vamos a centrarnos. Primero, queridos lectores, quiero que se fijen el el título de este artículo y piensen: ¿cuánto tiempo ha pasado desde que se divirtieron por última vez? Quizás hayan sido minutos, horas... Quizás su vida sea una risa constante, o se hayan acordado del chiste que les contaron la semana pasada. Ahora bien, cambiemos ligeramente la pregunta: ¿cuándo fue la última vez que cogieron un videojuego cuya premisa era únicamente la de pasar un buen rato? Sin una guerra que librar, ni reinos que conquistar.

El mundo digital (no, no me refiero al digimundo) avanza a pasos agigantados, y la cultura con él. Los libros han encontrado en él un nuevo método de expansión, publicación y negocio; el cine y las series no han tardado en adaptarse; y la música ha dado un salto enorme en términos de distribución y publicación. Sin embargo, hablamos de expresiones artísticas cuyas bases están asentadas, digamos, ya son «maduras». Cuando pensamos en el concepto de libro, o de película, podemos pensar en leer o ver, pero no ofrecen más posibilidades por sí mismos. Cuando escuchamos una canción, no podemos interactuar con ella, formar parte de su mensaje. Esta es la gran peculiaridad que ofrecen los videojuegos; aunque parece que lleva atascada un tiempo.

Si algo define a los videojuegos es su capacidad de interacción con el jugador (que no espectador, aunque algunos títulos se empeñen en hacérnoslo creer), de cualquier manera y con cualquier fin. En sus comienzos, se presentaron como modestas formas de entretenimiento, donde la palabra «juego» encajaba perfectamente. De objetivos más o menos simples, marcaban una dificultad y suponían un reto. Cuestión de ganar o perder. Pero como todo en esta vida, fue evolucionando. Más recursos significaban más opciones y formas de desarrollo. Los juegos simples dieron paso poco a poco a mecanismos más complejos, máquinas «más pesadas», y por consiguiente, juegos más elaborados. Pero la esencia se mantenía en la mayoría de ellos: jugar.

Casi todo videojuego presenta un reto, una dificultad, un obstáculo que puede guiar o no una trama, para que al jugador le resulte más o menos divertido. Es algo que sencillamente debe tener para considerarse como tal; se ha asumido, y parece imposible deshacerse de ello. Conforme pasaba el tiempo, se iban añadiendo ingredientes a la receta: necesita una trama, no importa cuál, ni cómo se introduzca, pero es necesaria. Y si nos vamos a algunos géneros, no nos podemos olvidar del multijugador. Ah, y si está destinado a un público adulto, soldados y violencia explícita por todas partes. Mundo abierto por aquí, sandbox por allá, y listo.

Mentiría si dijera que todos los juegos «grandes» son así, y hay muchas excepciones, y muy buenas. Pero tenéis que darme la razón en algo, y es que la industria del videojuego está plagada de soldaditos, fontaneros, futbolistas, clones, secuelas y reediciones. Juegos que buscan billetes, y no personas. Juegos inservibles y obsoletos tras un año o dos; cuando se anuncia la siguiente entrega. Juegos basados en lo mismo, una y otra y otra vez, cuyas piezas están encajadas de mala manera. Juegos que... Creo que me han entendido ustedes.

Pero si algo bueno tiene esta casi forzosa y apresurada evolución digital, son sus revoluciones, y en el caso de los videojuegos, la más importante ha sido la «revolución independiente». Si antes los videojuegos eran productos de grandes empresas, sujetos a todas las condiciones que esto implica, como la de introducir retos innecesarios para asegurar el éxito de los mismos, ahora se abre una puerta a una tormenta de nuevas ideas, con estudios deseosos de hacer buenos juegos, frescos, novedosos,  sin miedo a la bancarrota. Es la puerta a la experimentación, al rechazo de las bases de siempre, clónicas y vacías, sin la esencia que antaño solían tener. 
Es la inauguración de una nueva etapa, con nuevos planteamientos y formas de expresión. Es una rebelión contra las limitaciones de lo más clásico. Videojuegos sin retos ni batallas; o todo lo contrario, sin una trama metida con calzador. Experiencias diferentes a lo habitual. 

Juegos que a un servidor le dan ganas de poder disfrutar, y decir: «vamos a pasarlo bien». 

Hasta otra, gracias por leer. Estaré en la sección de comentarios por si me necesitan.


P.D.; imagen: Cave Story, por Drojan.




SHARE

Power Up Games

Hola, y bienvenido a Power Up, nuestro humilde y renovado blog. Ahora mismo estás en nuestra sección de videojuegos. Si lo que lees te agrada, te invitamos a compartir y hacernos saber tu opinión. También disponemos de una sección sobre cine y series, además de un podcast. Gracias por leernos.

  • Image
  • Image
  • Image
  • Image
  • Image
    Blogger Comment
    Facebook Comment

0 comentarios:

Publicar un comentario